En el corazón de Milán, La Latteria fue el hogar de emociones culinarias desde los años 70, acogiendo no sólo a los amantes de la buena mesa, sino también a iconos de la moda y el diseño. Las historias de Fiorucci, Miuccia Prada, Krizia, Trussardi y Versace se entrelazan con los recuerdos de veladas inolvidables.
La lechería de Brera
El histórico bar de Via Andrea Doria fue el punto de encuentro de María y Arturo. Allí se conocieron, María tenía 16 años. Ahora tiene 77 años y su marido Arturo Maggi 85. Trabajan incansablemente, María empieza a las 6 de la mañana para preparar verduras y salsas, y Arturo llega a las 8 para encargarse del primer y segundo plato. El cansancio acumulado llevó a los cónyuges a tomar una decisión importante: la Cerrarán el 22 de diciembre. las puertas de su querido restaurante, La Latteria, en via San Marco, en la zona de Brera.
Desde que llegaron en 1965, la zona era muy diferente a la actual. En aquella época no había nada, sólo el Corriere, el Bar Jamaica, algunas trattorias y los pintores. Con sólo nueve mesas y una treintena de asientos, el lugar se ha convertido en un punto de referencia, conocido no sólo en Italia sino también en el extranjero desde los años 9, gracias a la moda y el diseño que trajeron el mundo a Milán. El hermanas sozzani y nombres como Fiorucci, Miuccia Prada, Krizia, Trussardi, Versace, pero también familias numerosas. Cada mesa vivió momentos únicos: Benigno y Polanski, son sólo algunos de los creativos que han traspasado el umbral de La Latteria. Con el inminente cierre, la historia del recinto se convierte en un capítulo inolvidable, entretejido de encuentros ilustres, éxitos y una atmósfera única.
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curiosidad
El Salone del Mobile atrajo a los clientes americanos, otorgando a Latteria una mención especial en las páginas de New York Times y en Vogue Japón. Triunfo había intentado reservar, pero Latteria, con su política de no excepciones, mantuvo la equidad para todos. La reciente solicitud de reserva y posterior negativa del artista Madonna volvió a llamar la atención sobre el restaurante, que permanece cerrado los fines de semana, porque en Val Tidone se respira la auténtica esencia de la vida.
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La noticia del cierre provocó una avalancha de emociones: llamadas telefónicas cariñosas, colas esperando para disfrutar de la última cena. Pese a la inminente despedida, los niños se encuentran en negociaciones con una persona para continuar con el negocio. María confiesa que podría seguir trabajando, pero a un ritmo más delicado. El verdadero secreto de Latteria reside encálido abrazo de una familia, un lugar donde incluso los extranjeros se hacen amigos alrededor de mesas que tienen alma, como los inolvidables espaguetis al limón, que incluso tocaron el paladar del chef de Barack Obama.
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