Es un fenómeno en perpetuo crecimiento exponencial, el de la emigración de jóvenes italianos. Jóvenes que buscan esperanza para el futuro; de puertas abiertas, encontradas cerradas en tu propia casa; de tierra fértil para cultivar sueños y posibles metas que ignoran cualquier terraplén; pero también pasión por el descubrimiento y la diversidad cultural. ¿Pero siempre ha sido así? ¿La emigración ha tenido siempre como motivo un cofre del tesoro de diversas atenuantes que han dado lugar a un fenómeno similar?
Italia Primacía de la emigración
Durante algún tiempo, el éxodo de inmigrantes ha sido una realidad predominantemente italiana. Italia siempre ha mantenido la primacía emigración social; especialmente en las zonas del sur, que constituyen casi el 50% del fenómeno. Pero la historia describe una parábola muy precisa que explica las razones de quienes fueron los embriones de un fenómeno en perpetuo crecimiento.
En los años anteriores al resurgimiento, no tardó en comprender cuáles eran las razones por las que la emigración afectaba principalmente a las regiones del sur: los terratenientes arraigados y el hambre generalizada en la que la población se desenfrena, han determinado la necesidad de buscar fortuna en otros lugares. No había razones placenteras promiscuas para las necesidades. Italia era pobre, y de California vinieron las historias de personas que recolectaban oro de los arroyos. El emigrante padecía por tanto de una depresión social que lo llamaba desde lejos, debido a las desastrosas políticas territoriales impenetrables en su país.
La telemaquita
Pero la emigración hoy tiene múltiples razones, algunas de las cuales chocan con otras. Para los jóvenes, la emigración aparece más como una etapa de su propia formación cultural que exclusivamente como una elección necesaria.
Es más una forma de Telemachite que un simple problema social vinculado al descontento general. Y lo es también porque es predominantemente juvenil; es decir, es aptitud de quien algún día quisiera volver a reconstituir el tejido social corroído de esta Italia de la que se escapa amargamente. El emigrante Telémaco ya no busca a Ulises en los mares mediterráneos; pero en otros lugares: Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda o Australia (la nueva América contemporánea). Pero este italiano que sufre de Telemachite, no tiene intención de estacionarse en los lugares donde se refugió; siempre sueña con poder volver a casa para ahuyentar a los pretendientes que amenazan el equilibrio de la península.
Penélopita también
Pero no hay protagonistas en este escenario de flujos migratorios; solo involucrado. Y es el caso de los que se quedan esperando. Esperando, no solo Ulises, sino también Telémaco, está Penélope. Los que se quedan porque no pueden seguir a sus seres queridos emigrantes no solo esperan su regreso de ellos; pero también una respuesta a los propios problemas, que vienen de tierras lejanas, casi míticas. Los individuos afectados por "Penelopite", en perenne expectativa, siempre esperarán de quienes vean marcharse, un regreso que traiga consigo una solución psicológica y práctica. Es decir, el regreso deseado de un amado que ha estado lejos (Telémaco); y la esperanza de ver llegar con ella la respuesta a sus propios problemas (Ulises), que tendrá diversas formas resolutivas; desde fórmulas económicas, hasta las de habilidades aprendidas durante el viaje, reutilizables.
Deja un comentario (0)