No es un juego de rol antiguo, quizás en una caja. Aunque, entre banderas de colores, banderas, estrellas y columnas por conquistar, abrir el libro es el sabor de ese recuerdo que resuena. No se trata, pues, de una Lonely Planet quattropuntozero, porque, a partir de la lectura, te das cuenta de que el viaje es la encarnación de una liturgia perenne que supera con creces las proyecciones futuristas de las mejores guías hechas por viajeros. De hecho, ni siquiera puede definirse como un diario de viaje o una novela, porque el documental en tiempo real, cámara al hombro, marcado por una sintaxis fluida, construido sobre el período de las coordenadas, narrado en el presente puntual cinematográfico, es a menudo atravesado por destellos de poesía, frescos multicolores y multiolores a lo David Roberts.
"Flags for all" es todas estas cosas amalgamadas en armonía, aunque ninguna en concreto. Su autor, Lorenzo Zucchi, es un Caminante de la Tierra que camina descalzo por el mundo, despojándose de cualquier prejuicio, superestructura, ideología en el camino. La historia está fluyendo. Hermoso. Rico pero seco. Y es el valor principal es el descubrimiento de una parte extra de uno mismo, que corresponde a la revelación de una parte correspondiente de la forma absoluta de la libertad, en cada paso del camino. Uno esperaría un libro tan involuntariamente genial de un holandés, un alemán, un danés tal vez. Difícilmente de un italiano: una experiencia interior vivida en cada uno de los países de los cuales, en orden alfabético desde Argentina hasta Vietnam, se podría recordar, en el acto, la existencia. Una lectura única en el panorama editorial italiano de los últimos años.
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