Italia en el corazón: un corresponsal en el corazón italiano de América
Históricamente los argentinos somos uno de los pueblos del mundo que ha acogido a mayor número de emigrantes italianos. En nuestro país, siempre, independientemente de la alternancia de ideologías y corrientes políticas, se ha promovido la recepción de migrantes. Con respecto a la migración europea en particular, hemos registrado tres flujos significativos en tres momentos históricos diferentes. El primero, de 1876 a 1915, se llamó el Gran éxodo. El segundo, de 1916 a 1945, lo conocemos simplemente como Emigración entre guerras, el tercero, que no tiene nombre propiamente dicho, es el que va de 1946 a 1976.
En 1895, durante el Gran éxodo, la mitad exacta de los que desembarcaron en Argentina procedían de Italia. En orden de cantidades de Veneto, Piamonte, Campania, Friuli, Sicilia y Lombardía. Durante el emigración entre guerras, la orden fue Piamonte, Lombardía, Sicilia, Véneto, Friuli, Campania. A partir de 1946, Campania, Puglia, Véneto, Sicilia, Calabria y Lombardía.
Independientemente de los registros regionales, se estima que entre 1876 y 1976 más o menos 26 millones de italianos abandonaron su tierra para buscar fortuna. Entre ellos, 3 millones lo encontraron en Argentina.
En América para buscar fortuna
Cuando hablamos de emigración, podemos hacerlo profundizando los datos estadísticos que acabo de reportar o podemos hacerlo sin lápiz y papel, y sin calculadora. Sentado y quizás tranquilo, con los oídos, los ojos y el corazón abiertos. Escuchando las historias, los cuentos, las vivencias de quienes, por la fuerza o por elección, emigraron de su tierra natal. Descubriremos una variedad, tal entrelazamiento de vidas y sentimientos que sería impensable intentar ordenarlos según esquemas o tablas.
Digamos que para muchos, salir de Italia y emigrar fue una elección forzada. No había trabajo y la vida era muy dura. Para algunos, sin embargo, la emigración fue más un desafío, un objetivo personal o simplemente una buena aventura (muchos, por ejemplo, eligieron trabajar con nosotros solo por un período y luego regresar a casa).
A pesar de los diferentes motivos que los movieron, todos esos emigrantes tenían algo en común. El sentido de la propia tierra, de las raíces. Una sensación de que el tiempo se transforma fatalmente en nostalgia: un sentimiento que no se puede explicar con palabras y mucho menos a quienes no se han visto obligados a salir de casa para empezar de nuevo en otro lado, quizás hacia lo desconocido. En esos días, voy a encontrar suerte también significó y sobre todo a Reto suerte. Desafía el destino entre dificultades conocidas (hambre, penuria) y dificultades desconocidas (¿qué nos espera al otro lado? Yo estaré a la altura). Desafiando el destino, muchos italianos han aterrizado, más que de otros países, porque los italianos se forjan con esa colorida y hermosa combinación de tenacidad e imprudencia, dedicación e incluso irresponsabilidad que los hace únicos. Todas cualidades imprescindibles para dejar lo que más amas e ir en busca de la suerte, guardando solo el corazón, la esperanza y quizás algunos granos de tierra en el bolsillo.
Día del Emigrante Italiano
El 20 de septiembre de 1995 la Ley 24.561 decretó que el 3 de junio, hoy, se celebrará en Argentina el Día del Emigrante Italiano. ¿Por qué esta fecha? ¡Porque es el aniversario del nacimiento de Manuel Belgrano (1770), padre general argentino de nuestra patria y, huelga decirlo, descendiente de italianos!
Ahora como entonces, los italianos y sus descendientes son una de las comunidades más activas y animadas de Argentina. Para nosotros los descendientes, mantener las tradiciones y el vínculo con los orígenes significa mantenernos abrazados y abrazar juntos la tierra lejana. Lo que nuestros antepasados tuvieron que dejar, voluntariamente o no. Orgullosamente, hoy, como cada 3 de junio, junto con todos ellos celebramos nuestra pequeña gran historia familiar, celebramos el legado de belleza que corre por nuestras venas y que palpitar nos envía directamente al otro lado del océano, donde siempre está nuestro corazón.