Primera personalidad no francesa elegida para el alumbrado navideño de los Campos Elíseos (en 2004), Monica Bellucci vive en París. Pero no podría ser más italiano.
Un mito llamado Monica Bellucci
Orgullo de made in Italy, una de las pocas divas de las que todavía puede presumir el cine italiano, ha tenido (y sigue teniendo) una vida intensa. Una vida marcada por éxitos, amores, premios. Una vida que la llevó a actuando para los mayores, de Francis Ford Coppola (Dracula de Bram Stoker) a Giuseppe Tornatore (Malena), de Mel Gibson (La pasión de cristo) a Sam Mendes (Espectro). Su carrera comenzó en las pasarelas, continuó en revistas y se consolidó en cine. Gracias a la historia de amor -rockera y brillante- con Vincent Cassel, y la admiración que la moda siempre ha tenido por ella (Dolce & Gabbana docet), la Mónica nacional se ha convertido en una 'icono. Y siempre lo será.
Incluso hoy, con su hija Deva en camino de seguir sus pasos, Monica Bellucci sigue siendo única, incomparable y extraordinaria. Hipnótico y divino, para los franceses su sonrisa es el símbolo de la hospitalidad y el encanto italianos. "Mi vida gira mucho en torno a mis hijas. Me levanto temprano para prepararles el desayuno antes de la escuela, acompaño a los más pequeños, luego hago algo o alguna cita, muchas veces almuerzo con los mayores o espero a que salgan de la escuela. tengo un dia de la madre”, Le dijo a Il Corriere della Sera. Diseñar una normalidad difícil de asociar con ella. Sin embargo, Mónica es así: sencilla, humilde, hermosa con una belleza inconsciente. Y nosotros, como todo el mundo, solo podemos amarlo y admirarlo.
Fuente de la foto: perfil de Instagram de Monica Bellucci