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NOSOTROS
Esta columna se llamaría Ángeles de Italia. En un momento que parece tan extraordinario, abrir una ventana a la tenaz normalidad de quienes siguen haciendo funcionar el país es una idea que nos ha convencido. Recopile los rumores de quienes trabajan todos los días dejando su hogar y sus seres queridos, y luego regrese (si se les da para hacerlo) con la duda de que los dañarán. Pequeñas historias de una cuarentena aún más difícil, precisamente porque es permeable. Sacrificios de gente corriente. Que nos ha parecido agradable conocerte. En la elección del título volvimos con nuestro pensamiento a los Ángeles del barro de Florencia, héroes comunes al rescate de la inundación de 1966. Y luego a los bomberos de Ground Zero, los Ángeles de Nueva York. Son palabras que siempre vuelven cuando la historia toma turnos que nos hacen perder: ángeles, héroes. Se refieren al prodigio que llevamos dentro y que sabe trascender la piel humana. Sin embargo, conociendo a las personas a las que tendremos el gusto de presentarles en los próximos días, mirándolas a los ojos en las fotos, notamos que no había nada prodigioso.
Nada que delatara el hecho de que esas expresiones y esos ojos fueran exactamente las expresiones y los ojos que tendríamos en su lugar. Ni héroes ni ángeles. Ojos y rostros trivialmente humanos. Debilitado. Habitado por miedos, inseguridades. Pero también de chispas de coraje.
Así que lo conseguimos. No son héroes, no son ángeles. Ellos somos nosotros. Nosotros estamos.