Hay una Italia silenciosa, a menudo olvidada, que no aparece en los titulares de los periódicos ni en las fotografías brillantes de las revistas turísticas. Está formada por pequeños pueblos encaramados en las montañas, repartidos entre colinas, inmersos en valles que parecen salidos de un cuadro. Es la Italia de la campanarios que aún marcan el tiempo, las callejuelas empedradas y los olores que salen de las cocinas donde se transmiten recetas centenarias.

Pero esta Italia hace ya tiempo que empezó a vaciarse. Los jóvenes se fueron, las escuelas cerraron, los comercios permanecieron con sus persianas cerradas. Pero hoy, algo se está moviendo. Y podría ser el momento para que... Italianos en el extranjero volver o, al menos, volver a mirar hacia sus raíces.
Una segunda oportunidad para la Italia de los pueblos
En las últimas décadas, el abandono de las pequeñas localidades se ha convertido en uno de los desafíos más urgentes de nuestro país. Países enteros se quedaron sin nuevos nacimientos, sin estudiantes, sin médicos. El precio pagado fue alto: no sólo la pérdida de población, sino también la erosión de las culturas locales, los dialectos, el conocimiento artesanal y las tradiciones únicas.

Sin embargo, en los últimos años, también gracias a la pandemia, ha surgido una nueva conciencia. El deseo de vivir en lugares menos caóticos, más auténticos y más saludables ha empujado a muchos italianos a reevaluar la idea de mudarse a un pueblo. La posibilidad de trabajar remotamente hizo el resto. Hoy en día, son cada vez más los jóvenes profesionales, las familias y los jubilados que hacen las maletas al revés: no para irse, sino para volver. Regresar a los lugares de la infancia, o descubrir por primera vez los de tus abuelos.
Casas por 1 euro, pero no sólo: un sueño accesible
Muchos municipios italianos, especialmente en el sur, en las islas o en el interior montañoso, han puesto en marcha proyectos concretos para atraer nuevos residentes. ¿El más famoso? Las casas de un euro: edificios abandonados, a menudo en buen estado estructural, que se venden a quienes se comprometen a renovarlos. Un símbolo más que una operación inmobiliaria, pero que ha atraído la atención internacional. Desde Nueva York hasta Melbourne, muchas familias de origen italiano han redescubierto el pueblo de sus abuelos gracias a estas iniciativas.

Pero las oportunidades no terminan ahí. En Molise, por ejemplo, se ofrecen 700 euros al mes a quien decide trasladarse a un municipio con menos de 2.000 habitantes. En Apulia, en Roseto Valforte, el alcalde ha decidido incentivar con 5.000 euros a quien quiera abrir allí una actividad y construir un nuevo trozo de su vida. Y en Emilia-Romaña, en pocos días, llegaron centenares de solicitudes para una convocatoria de propuestas destinada a repoblar las pequeñas localidades de los Apeninos.
Una invitación para los italianos en el mundo
Si vives en el extranjero y tienes orígenes italianos, este momento podría representar un punto de inflexión. De hecho, muchos municipios dan prioridad a los descendientes de emigrantes, ofreciéndoles la oportunidad de regresar y contribuir a revivir hermosos lugares ahora olvidados. No es sólo una oportunidad económica o logística, sino también profundamente emocional. Regresar a un pueblo significa reencontrarse con las propias raíces, redescubrir una lengua antigua, volver a poner las manos en la tierra de los abuelos.

Pensemos en Antonio, de 35 años, criado en Argentina por padres originarios de Cilento. Después de una visita de verano al pueblo de su abuelo, decidió regresar definitivamente. Restauró un antiguo molino de aceite y ahora produce aceite orgánico, que exporta a América Latina. O Silvia, una joven diseñadora gráfica milanesa que descubrió el encanto de Santo Stefano di Sessanio, en Abruzzo, durante el confinamiento y ahora trabaja en remoto, contemplando cada mañana un pueblo medieval inmerso en el silencio.
Jóvenes, familias y jubilados: hay espacio para todos
No es necesario tener veinte años ni tener sentido de la aventura. Incluso las familias con niños pueden encontrar en los pueblos una calidad de vida impensable en las grandes ciudades: naturaleza, seguridad, aire limpio, relaciones humanas sinceras. Los jubilados, por otro lado, pueden disfrutar de ritmos más lentos y costos más bajos, sin renunciar a la belleza y a los servicios esenciales (muchos de los cuales ahora se ven mejorados gracias a fondos estatales y regionales).

¿Y para los jóvenes? Los pueblos se están convirtiendo en verdaderos laboratorios de innovación rural. Agricultura ecológica, turismo experiencial, talleres artesanales, coworking: todo es posible, si se acompaña de nuevas ideas y ganas de implicarse.
Una Italia que espera ser redescubierta
Hay una belleza silenciosa esperando ser experimentada. Una casa de piedra por arreglar, una tienda por reabrir, una plaza por llenar de voces y pasos. Los pueblos italianos no son sólo postales. Son posibilidades concretas de vida, trabajo y felicidad. Y hoy más que nunca están abiertos también a cuantos, desde lejos, han llevado siempre a Italia en el corazón. Quizás nunca haya habido un mejor momento para regresar.
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