La historia de Héctor se conoce desde hace unos días. Nos gustaría volver a visitar este número en primer lugar para dar novedades a quienes se lo habían perdido, pero también porque su historia tiene algo importante que contarnos. Algo que se puede entender con la cabeza fría y el entusiasmo, cuando hay tiempo para detenerse y pensar. Pero comencemos con Ettore.
Ettore es un trabajador de almacén jubilado de 61 años. Había trabajado durante unos treinta años en una empresa dirigida por un siciliano. Vive en Bérgamo con su familia: esposa, hijos, cinco nietos que lo adoran. A fines de febrero contrajo el coronavirus luego de regresar de unas vacaciones en Santo Domingo. Allí celebró su cuadragésimo aniversario de bodas con su esposa.
El 4 de marzo las condiciones de salud empeoran. Ettore debe ser hospitalizado en Seriate, en la zona de Bérgamo, con urgencia. En la mañana del día 5 está intubado. La atención médica lombarda en esos días ya corría el riesgo de impago. Su gestión está en crisis. Las UCI carecen de los lugares y el equipo necesarios para hacer frente a la epidemia que ha hecho que todo el sistema caiga en picada. El personal médico del hospital Seriate ya está pensando en trasladar a Ettore a otro lugar, a un hospital menos congestionado. Se comunica la disponibilidad de camas en los cuidados intensivos del Hospital Cívico de Palermo, en Sicilia.
El 4 de marzo empeoró su estado de salud. Ettore fue trasladado urgentemente a Seriate, cerca de Bérgamo. La mañana del 5 de marzo está intubado. El sistema de salud de Lombard ya corría el riesgo de impago en esos días. Su gestión está en crisis. Los cuidados intensivos carecen de los lugares y el equipo necesarios para hacer frente a la epidemia que golpeó a todo el sistema. El personal médico del hospital Seriate ya está considerando trasladar a Ettore a otro lugar, a un hospital menos congestionado. El Hospital Cívico de Palermo, en Sicilia, anunció la disponibilidad de camas en la UCI.
No hay tiempo que perder. Llegó la autorización del concejal de Sanidad de la Región de Sicilia, Ruggero Mazza y, en la madrugada del 14 de marzo, Ettore es trasladado urgentemente y en estado crítico a bordo de un avión militar junto a un conciudadano de 62 años. Sicilia está una vez más en la vida de Ettore. Sin que él lo quisiera. Y le salva la vida.
Un mes después, Ettore se despertó de ese coma inducido químicamente y comenzó a respirar sin ventilador. Una semana después, después del primer hisopo negativo, lo transfieren al departamento de enfermedades infecciosas. Y en Pascua, el segundo hisopo dio negativo nuevamente.
En el difícil camino, su familia no deja de animarlo, a pesar de la distancia física. Ettore tiene mil razones para no darse por vencido: debe ser el padrino de su nieta nacida en octubre, sobre todo. Y luego tiene que caminar con su propia hija por el pasillo en su boda. Sus nietos le dibujan y escriben poesía todos los días, esperando que se despierte.
El 30 de marzo Ettore se despertó del coma y no puede creer que se encuentre en Sicilia, la tierra que lo ha encantado durante treinta años con las historias contadas por su dueño, que emigró al Norte. En cuidados intensivos siente el acento que le recuerda al gracioso que lleva muchos años escuchando en el trabajo. Cree que es una enfermera o un médico del sur. En cambio, Sicilia estaba a su alrededor. Para cuidarlo. Literalmente.
Héctor renace. Perdido en Bérgamo, se encontró vivo en un Palermo inesperado. Una región inesperada. Sobre todo, una asistencia sanitaria inesperada. Es gracias a la colaboración y solidaridad entre el norte y el sur que respondió a las oraciones de sus nietos. Gracias a la eficacia de una sanidad, en el sur, que a veces se mira con desconfianza. Ettore lo sabe, y esto ha aumentado su felicidad y gratitud. En cuanto regrese a Bérgamo, se hará tatuar a Sicilia, ya tiene la idea de dibujar -dice-, con un bonito tono en las costillas, que apunta directo al corazón.
Quizás, usar tinta indeleble debajo de la piel sea exagerado, pero para muchos de nosotros, incluso una simple nota a lápiz sería útil para recordar que la eficiencia y la dedicación no siempre dependen de la latitud.