Continuamos nuestro camino entre las independientes -y resistentes- editoriales italianas que, a pesar de la crisis económica y cultural, asumen la ingrata tarea de seleccionar con abnegación una auténtica narrativa de investigación. Son tres interesantes escritores italianos, de diferente escuela y estilo, los que proponemos hoy para las lecturas de verano.
Escritores italianos emergentes
El primero, Marco Pegazzano, es un debutante y ha publicado para "Talking Boxes", en la serie Soffi, "Las gafas de colores del Sr. Nada"; poco más de cien páginas para que una historia cautivadora sea devorada de un bocado. El autor es capaz, con unos pocos pero muy efectivos bocetos, de proyectarnos inmediatamente en un escenario de misterio, quitándonos el tiempo; así nos encontramos en una dimensión inquietante, con tintes noir, aprisionados en una telaraña como “Mulholland Drive” en la que podemos respirar gracias a una escritura suelta, vagamente rock'n'roll: “¿Por qué no estoy muerto? ¿Cuál es mi verdadero nombre? Ciertamente no puedo llamarme Sr. Nada. Explícame, Grand Marnier, sabes mucho de mí pero no quieres decirme nada. Conoces mi vida, mi pasado, pero te empeñas en dejarme en el olvido. A menudo me pregunto cuál es el motivo y cuáles son tus verdaderas intenciones". Manteniéndonos en vilo hasta el final, la historia revela, poco a poco, su objeto oculto, que es la delgada línea que separa la realidad del sueño, la vida de la muerte, hasta hacernos reflexionar, en un final delicado y sorprendente. conmovedor, sobre las coordenadas del lugar real donde reside la conciencia.
"Estado pasivo" (Conjunto) es la tercera novela de sebastian martini, un escritor del '78 que expresa en esta obra una tranquilizadora madurez estilística, como en pocos escritores contemporáneos, y un dominio del psiquismo de sus personajes propio de expertos directores. La historia de una extraña amistad entre un comerciante fracasado, aunque estafado, y su síndico de la quiebra se cimenta al trazar un camino de humanidad (creíble) entre hombres solitarios inmersos en un mundo cínico e indiferente.
El ritmo está sabiamente gobernado y entremezclado con breves expansiones y aceleraciones repentinas, nunca fuera de lugar y amalgamado con el cuerpo narrativo, como los destellos de jazz siempre contenidos en ciertas películas de Allen. Y, de nuevo como Woody, el narrador también es bueno para pasar de un punto de vista a otro sin dudarlo. Es difícil decir si ciertas relaciones humanas, obligadas a escarbar en el mundo del mal, conducen a un verdadero crecimiento personal, a la participación efectiva de un cambio, o a ese acontecimiento crucial que, sacudiendo ese estado pasivo al que está acostumbrado el hombre contemporáneo. vegetar, que sea testimonio: es la pregunta que surge durante la lectura aunque, al final, se comprende que tal vez no sea tan importante encontrar una respuesta.
El tercer libro del día, "Radio Etiopía", Grupo editorial Les Flâneurs, de Alejandro Andrei, es una lectura más larga (poco menos de 400 páginas). Un viaje, sobre todo interior, de un hombre en busca de un amigo (¿o de sí mismo? - de algún modo encontramos conexiones con el "Notturno indiano" de Antonio Tabucchi) en una relación continua de exclusividad con el paisaje como correlato objetivo: "Sí levanta a Ismael por última vez, apoya la mano en el hombro de una caravana y, con la cabeza gacha, como había llegado, desaparece en la oscuridad de una tienda. En ese momento dejo que mis pensamientos se confundan por esos olores, por la oscuridad que me rodea, por el vapor que sale del cráter que domina nuestro campamento”.
Un escrito elegante, nostálgico, que efectivamente traduce cómo sólo fuera del tiempo, o fuera del tiempo, se puede inducir, casi forzar, una aventura en lugares remotos, para aquietar de alguna manera la necesidad de reunificación, realizable sólo fuera del mundo en el que vivimos. vivir y trabajar todos los días. Ese mundo frenético y alienante del que proviene el protagonista, en busca de unas coordenadas interiores precisamente en la incertidumbre de una dimensión sin puntos de referencia. Casi como si los colores, los olores, los sonidos de estos últimos fueran más auténticos. Y necesario.