Imponente, evocador y aparentemente pacífico y silencioso. El Vesubio es uno de los símbolos de Nápoles y una fuente de inspiración para artistas y pintores de todo el mundo. Imaginar el golfo de Nápoles sin el Vesubio es prácticamente imposible, y su dilatada historia ha dado lugar a numerosos mitos y leyendas a lo largo de los milenios.
Entre magos y ermitaños
En un tiempo lejano, un poderoso mago velaba por Nápoles. Reinó supremo sobre todo el Golfo, pero una pierna atascada en las rocas le impidió moverse a otra parte y extender sus fronteras. Un día, un movimiento repentino de la tierra liberó la pierna del mago. Sin embargo, al sacar la rama, el que vigilaba la ciudad abrió accidentalmente un abismo del que empezaron a salir fuego y lava. Así nació el Vesubio.
Esta es una de las muchas historias que se cuentan sobre su formación. Quizás no sea el más común, pero ciertamente uno de los más originales.
La leyenda narrada por el abad Desiderio también es muy singular. Escribe sobre un fraile napolitano que vivía como ermitaño en las faldas del volcán. En una noche de luna llena, el fraile vio dos figuras sombrías que arrastraban un fardo de heno.
Intrigado, el religioso se acercó a los dos hombres y les preguntó el motivo de este esfuerzo. Con un leve tono de voz uno de los dos dijo que el heno era necesario para alimentar las llamas del Vesubio, para que eliminara a todos los ricos y malvados. Ese heno en particular fue para matar al príncipe de Capua Pandolfo y al duque de Nápoles Giovanni. El fraile se apresuró a informar al propio duque Giovanni, quien, a su vez, envió emisarios al príncipe Pandolfo. Estos emisarios llegaron con el príncipe de Capua ya muerto. Unos quince días después también murió el duque Giovanni. Esto ha llevado a la leyenda de que cada erupción corresponde a la muerte de una persona rica y adinerada.
Amor en los tiempos del Vesubio
El Vesubio también ha inspirado varias leyendas relacionadas con el amor. Un ejemplo es la historia de Vesèvo y Sebeto. Un día los dos jóvenes vieron en la playa a Leucopetra, una hermosa ninfa marina, empeñada en recolectar conchas a lo largo de la playa. Para los dos fue amor a primera vista y los dos amigos iniciaron una reñida corte contra él durante las largas caminatas por la playa. Sin embargo, ella no correspondió a este sentimiento y un día, exasperada, le pidió ayuda a su padre Neptuno. El dios del mar, movido a compasión, lo transformó en una hermosa estatua de piedra blanca. A partir de ese momento los dos jóvenes cayeron en la desesperación. Sebeto empezó a llorar continuamente hasta que se convirtió en un río (ahora seco). Vesèvo, en cambio, se convirtió en una montaña que escupe fuego: el Vesubio.
Otra leyenda muy popular habla de un noble de la familia del Vesubio que se enamoró de una chica de la familia Capri.
Su vínculo lo superó todo, pero no la rivalidad entre las dos familias. Y un día, por sorpresa, los padres de la niña la obligaron a separarse de su amado. Para hacerlo, la obligaron a embarcarse hacia un lugar secreto frente a la costa de Nápoles. Sin embargo, la idea de alejarse del Vesubio le resultaba insoportable, por lo que decidió arrojarse al mar y ahogarse. El joven noble, en cuanto se enteró de la muerte de su amada, empezó a derramar lágrimas de fuego. Su dolor, su odio y esas lágrimas fueron tan grandes que se convirtió en un volcán. En el punto exacto donde la niña se ahogó, salió una hermosa isla azul, conocida hoy como Capri. A partir de ese momento los dos nunca se habrían vuelto a abrazar y el Vesubio, desesperado por este destino, según cuenta la leyenda cada vez que vuelve la mirada hacia su Capri estalla fuego y llamas.
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