Soy Andrea. Tengo treinta y cuatro años y soy presidente de Adrano's Mercy, cerca de Catania. Asociación de voluntarios que se ocupa de los servicios sociales y sanitarios.
Conducimos ambulancias, carros médicos, vehículos para discapacitados. En estos días inesperados compartimos deberes de emergencia. Llevamos a quienes lo necesitan (y son muchos) los alimentos recogidos de las colecciones de los vecinos y supermercados de mi ciudad. Y luego distribuimos los vales de compra creados con fondos de la Región.
Estoy feliz con lo que hago. Sentir que soy tan útil al hacer algo que puede parecer un poco me da una sensación de plenitud. Hoy hacemos entregas. ¿Somos repartidores? Quizás. Pero no es algo cotidiano brindar pequeños bocados de serenidad a los hogares de las personas. Mordeduras de esperanza.
Antes de 2020, los momentos que más marcaron mis treinta y cuatro años fueron cuando terminé mis estudios y me gradué, y luego cuando me convertí en tío. Siempre los llevo conmigo. Y ahora que estamos viviendo esta época en la que lo que viene a continuación parece tan incierto aún más.
La verdad es que poco o nada sé del mañana, de lo que pasará. Pero sé algunas cosas sobre hoy.
Por ejemplo, entiendo que hoy, a pesar de lo valientes que pensamos que somos, existen temores que no podemos aplastar. Especialmente, el miedo de los enemigos que no podemos ver.
Pero también sé que hoy no quiero parar. La responsabilidad que siento hacia mis voluntarios y hacia todos los chicos involucrados en mi asociación, es energía para mí. Me muevo, no me detengo y, al hacerlo, doy todo lo que puedo a las familias que se han visto más abrumadas por esta pandemia y sus efectos económicos. Para ellos y gracias a mis muchachos, siento que mi hoy es la mejor forma en que puedo dar la bienvenida al mañana.
Para mí, para mi familia, para todos, deseo que ganemos esta batalla y volvamos a disfrutar de la libertad, esa libertad hecha de cosas simples y pequeños momentos de felicidad que solo notamos cuando se nos van volando.